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Mascotas quedan sin dueños por redadas migratorias

12 de Agosto de 2025

Cada año, miles de familias latinas afrontan una cruel disyuntiva: dejar atrás a sus seres queridos por temor a la detención. Pero hay otras víctimas silenciosas: sus mascotas, que se convierten en las «víctimas colaterales invisibles”.

Bajo la administración Trump, el endurecimiento de las políticas migratorias llevó a que perros, gatos e incluso conejos quedaran varados en refugios, olvidados y con el corazón dividido.

En muchos casos, los migrantes detenidos no tuvieron tiempo de organizar el destino de sus mascotas. Según un reportaje reciente de CNN, tras un aumento en las deportaciones en Los Ángeles, docenas de animales fueron entregados al Centro de Cuidado de Animales de Lancaster y a otros refugios del condado.

Así, algunos refugios comenzaron a prepararse para una oleada de animales abandonados. “Estamos viendo un patrón claro: cuando hay redadas, los animales llegan solos”, comentó un trabajador del refugio.
Los perros y gatos que quedaron en jaque

Desde junio hasta julio de 2025, el Condado de Los Ángeles recibió al menos 28 perros abandonados tras redadas migratorias, según el Departamento de Cuidado y Control de Animales del Condado de Los Ángeles (DACC). Muchos llegaron en baldes improvisados, cajas o transportadoras hechas con cinta adhesiva y desesperación. 

Muchos de los animales llegaron en cajas, baldes o transportadoras improvisadas. El vocero del DACC, Christopher Valles, los describió como víctimas no previstas de esta situación, e hizo un llamado a las familias en riesgo para que preparen planes de cuidado alternativo (como confiar sus mascotas a amigos o familiares).

Pero Los Ángeles no fue un caso aislado. Alrededor del país, refugios de Florida, Tennessee, California y Nueva York están desbordados, recibiendo no solo perros y gatos, sino también conejos, gallinas e incluso cobayas abandonadas o entregadas tras redadas o deportaciones.  

Se han reportado casos como el de Lucero, una perrita mestiza dejada cerca de una gasolinera después de que su dueño camionero fuera detenido; Lolita y Bruno, un German Shepherd con seis cachorros entregados por un hombre enfrentando deportación; y Oso, un doodle abandonado porque su familia huyó por miedo a la deportación.
Redes de rescate solapadas a la política

Detrás de cada animal asilado hay una comunidad tratando de reparar el daño. En Brooklyn, la organización Flatbush Cats reubicó gatos cuyas familias fueron arrestadas o deportadas. Incluso, algunos propietarios bajo riesgo planearon enviar a sus gatos a sus países de origen, como Trinidad, antes de enfrentar la separación.  

Como dijo Christopher Valles, portavoz del DACC, estos animales son “víctimas no previstas” de las políticas migratorias: “Pedimos a familias en riesgo que tengan un plan para sus mascotas —por ejemplo, confiar en un amigo o familiar— y así evitar que lleguen a refugios”.  
Más allá del abandono, una falla sistémica

El fenómeno refleja no solo una crisis migratoria, sino también una falla institucional. No existen protocolos federales estrictos para asegurar la atención o reunificación de mascotas con familias deportadas. Esto deja a refugiados y comunidades inmigrantes con pocas opciones fuera del sistema formal.  

Una historia detrás de cada ladrido y maullido
• En Los Ángeles, voluntarios describen escenas desgarradoras: perros asustados entregados en jaulas improvisadas, familias llorando mientras confían el cuidado de sus animales a desconocidos.
• En Florida y Tennessee, refugios da la alerta: “No podemos aceptar más”, dicen, mientras reorganizan horarios, duplican voluntarios y recortan adopciones para priorizar estos casos.   
¿Qué se está haciendo?

Los refugios locales están improvisando redes de reubicación, mientras organizaciones como Enlace Latino proveen guías con pasos prácticos para planificar el cuidado de mascotas ante posibles detenciones.  
¿Qué nos enseña todo esto?

La situación de las mascotas separadas de sus familias no es solo un dato triste: es un indicador urgente sobre el impacto humano —y animal— de las políticas migratorias. Estas políticas no solo desestructuran hogares, también desprotegen vínculos irreemplazables.

Mientas muchos ciudadanos tienen la posibilidad de planificar —y quienes pueden, buscan soluciones temporales para sus mascotas—, otros se enfrentan a la imposibilidad de organizar siquiera lo básico. Y ahí, los animales quedan desamparados.

Es crucial que se reconozca a estas mascotas como parte integral de las familias inmigrantes, y que se diseñen protocolos de contingencia que las incluyan —en vez de despojarlas sin red de apoyo.

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