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El tratamiento del Covid-19 desde la experiencia veterinaria

27 de Abril de 2020

El atreverme a exponer algunas opiniones en cuanto al Covid-19 se ampara en mi experiencia profesional de más de cuarenta años en la práctica y el estudio de la medicina veterinaria, y sobre todo en comprender el papel que esta ciencia específica dispone en ramas como la microbiología, la inmunología y la zoonosis, especialidades imprescindibles como marcos de investigación y análisis en el escenario de agentes infecciosos y, por extensión, de la actual crisis sanitaria. No por nada uno de los responsables más influyentes del control de la pandemia en Alemania es el veterinario Lothar Wieler, el presidente del Instituto Robert Koch que día con día sigue la marcha evolutiva del virus obteniendo resultados positivos, muy interesantes. Aun así, los expertos veterinarios mexicanos hemos sido ignorados en los diferentes consejos que oficialmente y para el caso han sido convocados en nuestro país.

Existen varios ejemplos de enfermedades infecciosas emergentes en la población humana que, con décadas de anticipación y características muy semejantes, se han identificado en los animales domésticos, por lo que puede decirse que se cuenta con la experiencia sobre cómo prevenirlas, controlarlas y en algunos casos incluso erradicarlas. Las infecciones por coronavirus no son una excepción, y a este respecto es pertinente recordar que el coronavirus causante de la Bronquitis Infecciosa de las Aves (BIA) fue aislado por F. R. Beaudette y C. B. Hudson hace más de ochenta años, en 1937. Su huésped natural es nada menos que la gallina doméstica; la incubación de la bronquitis es muy corta —de 24 a 72 horas— y la morbilidad a nivel de granja es del 100 por ciento. Altamente específico, el coronavirus de la BIA en forma muy semejante al Covid-19 produce una enfermedad respiratoria aguda muy contagiosa. Actualmente la BIA persiste en los lugares en donde se lleva a cabo la avicultura comercial, lo que significa que tiene una distribución mundial. De este hecho surge la primera reflexión comparativa a considerar en cuanto al Covid-19.

¿Existe un solo serotipo del virus Covid-19? Ignoro si ya hay respuesta a esta interrogante, pero cualquiera que aquella sea reviste una enorme importancia para el mejor control de la enfermedad puesto que, por ejemplo, el virus de la BIA reúne muchos serotipos —microorganismos infecciosos—, y ello hace que la inmunidad adquirida por infección o vacunación con un serotipo en particular no proteja contra la infección con serotipos no relacionados antigénicamente; es por eso que la BIA persiste, porque no existen vacunas en el mercado contra todas las variantes antigénicas del virus.

Es así que en los estudios de inmunización contra el Covid-19 es necesario asegurarse de la existencia —o ausencia— de variantes antigénicas del virus, porque si éstas existen probablemente se requiera de más de una vacuna. De cualquier manera, contar con una vacuna contra el Covid-19 debe ser una prioridad para la investigación médica y para la industria farmacéutica ya que, como se ha demostrado con la influenza, su aplicación no previene la infección en todos los casos, aunque sí reduce los contagios y la presentación de cuadros clínicos graves.

El virus de la influenza que produjo la epidemia de 2009 se clasificó como H1N1, sin embargo, sus variantes llamadas estacionales pueden concentrar diferentes hemaglutininas —proteínas aglutinantes de glóbulos rojos— y neuraminidasas —enzimas que catalizan reacciones químicas—, factor que es necesario observar en el momento de producir las vacunas usadas año con año para la prevención de dicha enfermedad.

En general, los coronavirus son quizá los agentes infecciosos de mayor contagio y rápida difusión en la naturaleza: es de esperarse que el Covid-19 infecte por lo menos al 80% de la población mundial. El hecho de que el aislamiento social solo sirva para retardar la velocidad de contagio —y no para evitarlo— ha servido para cuestionar las medidas que bajo el discurso de la sana distancia recomiendan las autoridades sanitarias en casi todos los países. Se trata de una estrategia adecuada para no saturar los servicios médicos, escalonando su ocupación, ralentizando un tiempo que además abre una ventana de oportunidad que idealmente debería aprovecharse para efectuar protocolos de atención médica ambulatoria temprana, proceso significativamente capital.

Para explicar lo anterior, es útil retomar el modelo de la BIA que, como mencionamos, tiene una morbilidad del 100%, sin que su mortalidad supere el 5%, habida cuenta que desde el principio del brote se administre la medicación adecuada para aliviar el estrés respiratorio y prevenir las infecciones secundarias por la bacteria Mycoplasma gallisepticum y bacterias coliformes. Cuando este tratamiento no se aplica oportunamente, la mortalidad se incrementa en escala de siete, pasando de cinco a más de 35 por ciento.

Los ensayos clínicos que se han realizado en todo el orbe apuntan a que la atención médica temprana del Covid-19 es indispensable para atenuar la replicación del virus y moderar la reacción inflamatoria, reduciendo así la presencia de cuadros clínicos graves y mortalidad. Evidentemente, no existen ni habrá medicamentos 100% efectivos, incluso como causales de efectos secundarios; sin embargo, ello no debería sentar la idea de que nada hay por hacer en términos de intervención oportuna contra el nuevo virus, más si se toma en cuenta que los casos severos, aquellos que se han dejado evolucionar, superan el 50% de mortalidad en pacientes que requirieron respiración asistida.

Publicaciones especializadas recientes guardan registros de numerosas experiencias clínicas positivas en el tratamiento temprano del Covid-19, bajo la combinación de hidroxicloroquina-azitromicina con el antiviral Remdesivir y anticuerpos monoclonales dirigidos contra los receptores de Interleucina-6: en todos los casos su efectividad parece tener relación directa con la aplicación temprana, es decir antes de que se presente insuficiencia respiratoria, pues cuando ésta se manifiesta indica que la reacción inflamatoria ha sido muy destructiva para el tejido pulmonar, daño que origina la muerte o deja una secuela de fibrosis irreversible.

En el desarrollo de la pandemia del Covid-19 han sido notables los casos de países como Alemania, donde la morbilidad es muy alta y la mortalidad muy baja, lo que se debe, sin duda, no sólo a la detección temprana de la infección sino además y ciertamente a la atención médica oportuna mediante el uso de agentes terapéuticos adecuados.

Cualquier epidemia declina cuando la mayor parte de la población produce anticuerpos contra el agente infeccioso que la causa y esos anticuerpos se inducen por contagio o por vacunación, pero mientras ello ocurre es indispensable que el aparato médico de atención primaria —es decir los médicos familiares, pediatras y geriatras— cuente con la certeza de opciones de medicación para el tratamiento oportuno del paciente que llegue a consulta. Huelga decir que, casi por inercia, dicho escenario llevaría a la población a buscar atención sanitaria en el momento óptimo.

Es muy seguro que el Covid-19 persistirá al igual que ha persistido la BIA y por ello habrá que enfrentarlo con alternativas a la temporalidad del aislamiento social sin alterar la actividad humana que hace posible la vida en sociedad. Más allá de la espera que implicará la creación de una vacuna, los fármacos y su aplicación oportuna se revelan como una de las mejores alternativas.

* Leopoldo Paasch Martínez es médico veterinario zootecnista por la Universidad Nacional Autónoma de México y doctor en Filosofía en el área de Patología Comparada por la Universidad George Washington de Washington, D.C., Estados Unidos. Ha sido director de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia, secretario administrativo y candidato a rector de la propia UNAM, donde es profesor titular “C” e imparte en licenciatura y posgrado las asignaturas Patología General, Patología Aviar y Enfermedades Metabólicas de las Aves. Sus áreas de especialización son patología aviar, patología comparada y políticas públicas pecuarias. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores.

Fuente:

https://www.eleconomista.com.mx/opinion/El-tratamiento-del-Covid-19-desde-la-experiencia-veterinaria-20200422-0113.html

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